lunes, 11 de noviembre de 2013

COMENTARIO COLUMNA PROFESOR GILBERTO LOAIZA CANO

La problemática cultural en Cali debe ser analizada desde múltiples perspectivas. En mi opinión, la subjetividad puede llevar el análisis de esta situación a conclusiones que se alejan de cierta forma del recorrido histórico de la ciudad. 
“El que no conoce su historia, está condenado a repetirla” es una frase ampliamente conocida que sirve como punto de partida para el presente comentario. Ésta hace referencia a la presencia ineludible de un arraigo histórico, en la sociedad caleña, del cual resulta casi imposible desprenderse. Los procesos de formación y crecimiento de nuestra ciudad, se dieron en el marco de una población netamente mestiza, que deriva de profundas raíces que yacen en la época colonial, las cuales se esparcen y se acrecientan a raíz de los sucesivos procesos migratorios de personas negras e indígenas (principalmente). Estos “rezagos esclavistas” como los menciona el profesor Cano, entran a jugar un papel muy importante en la dinámica cultural de la ciudad, pero a la larga solo constituyen una de las causas.
Evidentemente, la configuración de la elite caleña tiene un impacto importante en la discusión. De hecho, su existencia se basa en la dominación de las razas consideradas “inferiores” (a través de bárbaros procesos de “pacificación” durante la colonia) dando lugar a relaciones y  prácticas como la servidumbre doméstica, las cuales perduran hasta nuestros días.
Sin embargo, es necesario mirar la otra cara de la moneda. El atractivo que cobró la ciudad a principios del siglo XX, hizo que recibiera una enorme cantidad de inmigrantes de diversas partes del país (en su mayoría personas de color de la costa pacífica). La falta de planeación de la administración municipal, sumado a la falta de educación y recursos económicos de estas personas, hizo muy difícil su adaptación al ritmo de una ciudad en desarrollo y su ingreso a una sociedad próspera económicamente. El punto aquí, es no solo la injerencia de una “elite” que reproduce comportamientos coloniales es determinante, sino la forma en que se dieron dichos procesos migratorios, los objetivos e intenciones detrás de ellos (muchas personas simplemente venían a ofrecer una mano de obra no calificada o a la espera de que una ciudad en apogeo los absorbiera y beneficiara por inercia) y la reacción de la ciudad, hicieron posible la aparición de una masa poblacional cuyas condiciones de vida iban en dirección contraria al auge de la capital del Valle.
En este orden de ideas, es importante reconocer una diversidad de factores que incidieron en la aparición de una población pluricultural y pluriétnica. Igualmente, no sería justo castigar la heterogeneidad que aportaron las migraciones a la ciudad. De hecho, gran parte del crecimiento a lo largo del siglo XX y de la visión de región que se tuvo en aquel momento, se debió a la acción de varios inmigrantes (paisas en su mayoría). La dinámica cultural en nuestra ciudad, no puede medirse sólo por el número o tamaño de las bibliotecas actuales, la disponibilidad de registros históricos en dominios del municipio, la opinión de los “intelectuales” o el apoyo a la publicación de obras literarias. Claramente, son ENORMES falencias por parte de la administración de las instituciones culturales y educativas de la ciudad; pero una sociedad étnica y culturalmente diversa, no puede determinar su “nivel de cultura” al igual que lo harían otras ciudades (extranjeras). Si así sucediera, como en este caso, se estaría desconociendo, por ejemplo, el aporte de una mayoría afrodescendiente en la popularización y valoración de las expresiones artísticas del pacífico (muestras gastronómicas, Festival Petronio Álvarez, etc.). Nuestra ciudad, como lo describe el profesor Luis Carlos Castillo en su texto “Cali, ciudad pluriétnica”, es un “crisol multicultural” que encuentra una enorme riqueza en lo heterogéneo de su población.
No obstante, es muy complicado determinar hasta qué punto la apertura de la ciudad a la llegada de nuevos pobladores ha sido enriquecedora o perjudicial. Como se comentó anteriormente, los procesos migratorios aportaron diversidad en términos culturales, pero generaron una enorme desigualdad económica y social al interior de la población. Lo anterior, sirvió como sustrato perfecto para la aparición de pobreza, delincuencia y segregación (entre otros fenómenos) que se incrementaron durante la época fuerte del narcotráfico y que aún aquejan a la ciudad. Del mismo modo, hacen muy difícil el establecimiento de un regionalismo o amor por la ciudad (que una vez fue concebido para la creación del departamento) como motor de progreso sistemático y unificado, pues gran parte de la población no siente a Cali como suya, sino que la perciben simplemente como un lugar para habitar y extraer lo necesario para subsistir (lo que la ciudad hace por mí, no lo que yo hago por la ciudad)
De este modo, la multiculturalidad de Cali, que proviene de su diversidad étnica, es al mismo tiempo contrastada por ésta y los fenómenos sociales que la circundan; no por la “inferioridad” de alguna raza como se creía en la colonia, sino por la inexistencia de un proyecto de ciudad y región que tenga como pilar fundamental la concepción de una sociedad mestiza en la cual la apertura y la inclusión se den en todo los ámbitos. Así pues el “problema cultural” de la ciudad no radica solo en la falta de “aporte cultural” de las elites e instituciones caleñas, sino en la no creación de una verdadera cultura caleña, un pensamiento compartido y generalizado que valore, documente y exija reconocimiento para las DIVERSAS expresiones culturales que enriquecen nuestra ciudad.


No hay comentarios:

Publicar un comentario